El último

Por Ángela García Sempio, de 2°B
«Silencio.
Mi raza se ha acabado.
Mi familia está muerta.
Mis amigos también.
No hay presas ni predadores.
Solo estoy yo.
Soy mi única esperanza.
Y también mi único verdugo.»

Desperté con el sonido que me había estado acechando durante las últimas semanas. El silencio.
El saber que no hay vida.
El saber que estás solo.
Tenía hambre. Hacía tiempo que no comía. No había peces en el agua. No había nada en ese mar de soledad. El agua que antes corría fría por la llamada Antártida era ahora caliente, tanto que llegaba a quemarte. La cantidad de los nuestros que habían muerto a causa de esa agua contaminada era descomunal. Nos íbamos a extinguir. Estaba a punto de pasar.
Después de todas las cosas que pasamos. De haber sobrevivido a los incontables ataques por parte de los humanos con su líquido negro. Dolía. No, no dolía, ardía. Después de haber sobrevivido a los ataques de tantos depredadores que incansablemente luchaban para arrebatarnos nuestra vida.
Después de todo eso nos vamos. Nos rendimos.
Tenía calor. El Sol, que antes no nos molestaba, ahora quemaba. Nos destruía. Me destruía.
Brillaba con sus resplandecientes rayos, los cuales no hacían más que acabar con la poca vida que me queda. Los ojos me dolían y no había nada que pudiera hacer. La noche no llegaba y yo, de a poco, perdía la esperanza.
Los recuerdos del pasado me atormentaban y me mostraban lo insignificante que era nuestra vida para los humanos. Toda una raza aniquilada sin razón. No creo que todo el dinero del mundo valga ni la mitad que nosotros.
Esperaba que hubiera otros como yo. Algunos sobrevivientes que hubieran quedado esparcidos en el mundo. Muy en el fondo, todavía tengo esa esperanza. Que podamos resurgir. Que nuestro hogar pueda volver a ser lo que era.

«Mi mundo está destruido.
Ya no sé qué hacer.
¿Será ya mi fin?
¿O el comienzo de un cambio? »

Pasaba las que yo creía que eran las últimas tardes de mi vida viendo cómo lo que antes conocía como hogar, se derretía. De a poco los glaciares, en los que tantos recuerdos tenía, desparecían.
Veía los cuerpos muertos, caídos en combate, de mis fieles compañeros. De mi familia. De todo lo que me importaba.
Quería hacer algo para cambiar, pero ¿qué podía hacer yo? Soy sólo un animal indefenso. Un pequeño pingüino solitario, el cual se ha quedado sin alimento y refugio. No podía hacer nada para que esto cambiara.

«Estoy débil.
No siento mis pequeñas patas.
Estoy famélico.
Siento que mi visión empieza a perder claridad.
La noche se acerca.
Mi noche.
Caigo.
No puedo levantarme.
Es mi fin.
La nieve antes fría está en llamas.
O así la siento yo.
Calor.
Necesito aire.
No puedo respirar.»

Con las pocas fuerzas que me quedaban tomé lo que yo sabía que sería la última bocanada de aire.
En el fondo de mi ser, me sentía bien. Aguanté todo lo que pude. Semanas. Sin amigos, sin comida, sin opciones. Es verdad que podría haber aguantado más. Pero hice todo lo que estaba a mi alcance.
El único sentimiento que rondaba mi acabada mente era la tristeza. No por todo lo que no hice.
Sino por todo lo que ustedes hicieron, y a su vez, no hicieron. Podrían haber ayudado. Podrían haber dejado de contaminar. Podrían haber dejado de ser tan hipócritas y pensar en el mundo que tanto les brinda.
Los últimos recuerdos resurgían. El principio de esta tortura. La vez que toda la comunidad quedó atónita al ver que el primero de los nuestros había caído. No había sido un predador, eso era obvio. No había rastros de sangre en el cuerpo. Lo que sí se podía ver era un objeto blanco y de plástico alrededor de su cuello. Había muerto de asfixia. Después de eso, todo empezó a correr.
Las muertes eran cada vez más numerosas y el miedo nos invadía a todos. Luego, cuando la comida empezó a escasear fue cuando todo empeoró. Empezamos a morir de hambre. Pensé quue sería el primero de mi familia. Pero no. Fui el último. El último de mi especie.
Le siguió la muerte de mi familia. Los pequeños a los que tanto cuidé. La que fue mi compañera de vida. Los vi morir a todos con mis propios ojos, y desde ese día las pesadillas no me han dejado.
Los pequeños cuerpos de los jóvenes. Diminutos.
Y terminó con la más reciente de las víctimas. Todavía recuerdo esos ojos cristalizados mirándome.
Sin vida. La causa había sido una combinación de todo. Hambre. Cansancio. Calor. Sed. Soledad.
No entiendo cómo pude seguir. Se supone que tendría que haber muerto en los siguientes días.
Pero no pasó. Seguí durante semanas. Con mi aislamiento y con todos los fantasmas que tenía sobre mi espalda.

Comienzo a ver todo borroso.
Por fin, mi hora ha llegado.
El momento que tanto he ansiado.
Mis ojos lentamente se cierran y una cascada de pensamientos pasan en frente de mis ojos y yo me despido de mi vida.

«Es el fin.
Lo acepto con todo orgullo.
Sólo tengo una queja que hacer.
Sólo una pregunta.
Más que nada una inquietud.
¿Por qué?
¿Por qué lastimarnos de tal forma?
Ustedes creerán que nosotros no pensamos.
No sabemos.
No sentimos.
Pero sí.
Hacemos cada una de esas cosas y más.
Creen que somos sólo animales.
Seres de inteligencia menor.
Pero no es así.
Nosotros nos preocupamos el uno por el otro.
Tal vez nos vayamos ahora.
No somos los primeros.
Ni tampoco los últimos.
Pero nunca se olviden.
A ustedes no les falta mucho.
Podrían haberlo evitado.
Todavía se puede solucionar.
Solo se necesita su ayuda.
Su colaboración.
Su amor.
Ustedes lo pueden hacer.
Salven a la Antártida.
Salven al Mundo.
Reviertan esto.
Y podremos llegar lejos.
No les pido lo imposible.
Les pido un cambio para que puedan mejorar. »

Mi corazón se detiene. Y mi vida termina. El último espécimen de una hermosa familia.

Con este relato, Ángela participó del 5° Concurso Literario Internacional ANTÁRTIDA EDUCA - Tratado Antártico 2015, que organiza la Consejería de Educación de la Embajada de España en Argentina y la Secretaría del Tratado Antártico. La participación en el concurso fue parte de un proyecto entre las asignaturas Geografía y Lengua y Literatura.
Este texto fue premiado con una Mención. ¡Felicitaciones, Angie!

Entradas más populares de este blog

2°B 2020 escribe microficciones

Microficciones...

2°A 2020 escribe microficciones